Más contacto del alumnado con la naturaleza para combatir la injusticia ecológica. Más fondos bibliográficos libres de acceso para democratizar el conocimiento.
Sobre por qué debemos llenar las escuelas de bibliotecas y de huertos escribo hoy en mi blog.
Sean defensores de las tareas o no, recuerden, por favor, queridos profes: no manden para casa redacciones a nuestros alumnos sobre dónde fueron de vacaciones en verano (extensible a lo que les dejaron los Reyes y demás disparates).
Creo que no hace falta explicar por qué.
Lamento decir esto, pero a veces siento que, en la escuela, al docente más trabajador se le "castiga" con más trabajo, y, al menos trabajador, se le "premia" con menos trabajo. No debería ser así.
Quien piense que si se incrementan los días lectivos del curso escolar los niños van a aprender más, dense una vuelta por cualquier aula española a finales de mayo o junio y verán qué tal.
El alumnado no tiene competencias digitales. Asumámoslo. Decir que son muy capaces porque nacieron casi "con un móvil bajo el brazo" es una temeridad que los lanza al vacío de la ignorancia y, sobre todo, al abismo de multitud de riesgos virtuales.
En el reparto de horarios en los departamentos de los centros de Secundaria, FPB y Bachillerato, dejarle al último docente que llegue los grupos de "mayor complejidad" no está nada bien y, sobre todo, es contrario a cualquier criterio pedagógico. No me cansaré de decirlo.
Para que el profesorado se guíe por el currículo y no por el libro de texto, lo primero que tiene que ocurrir es que salga antes el currículo que el libro de texto. Es de cajón.
Flaco favor se le está haciendo al alumnado que sale de la educación obligatoria sin saber organizar un texto en párrafos, sin saber ordenar sus ideas por escrito, sin conciencia de la norma ortográfica y sin un mínimo de caudal léxico. No podemos perder el norte en esto.
Los centros escolares que logran ofertar Griego y Latín en Bachillerato son unos supervivientes. El beneficio que hacen a la sociedad con la defensa implícita de las Humanidades es más grande de lo que creemos.
Los docentes jubilados son los grandes olvidados del sistema. Su bagaje prácticamente no es aprovechado y creo que son los que deberían estar dando charlas a futuros profes, en lugar de gurús y "expertos" que nunca han pisado un aula.
Hemos edificado un sistema educativo en el que hay alumnado que llega a Bachillerato sin saber enlazar dos párrafos coherentes en un pequeño texto. ¿De quién es la culpa? No lo sé.
Una vez me dieron un consejo sobre el primer equipo directivo que formé en mi centro, en mi 1er. año de director. Me dijeron: "me gusta el equipo, pero es muy afín; te falta alguien disidente. La disidencia es necesaria para que los equipos funcionen: nos permite ver matices.
Ser equipo directivo en tiempos de pandemia no se paga con nada. Un abrazo fuerte y todo mi ánimo a ellos y ellas, a los coordinadores COVID, a los equipos de orientación, profesorado tutor y todo aquel que se esté sintiendo sobrepasado en estos momentos en la escuela.
El alumnado siempre admirará al docente culto y cercano a la vez; que combine distintas metodologías y que se preocupe por lo que aprenden. Sin más florituras. Eso nunca cambiará, por mucho que cambie la sociedad. Y menos mal.
Cuando veo la cantidad de funciones, responsabilidades y tareas que tiene el profesorado tutor de un centro, me pregunto cómo pueden tener tan poco reconocimiento profesional y económico. Ocupan uno de los cargos más complicados del centro y se merecen tener mejores condiciones.
Todos los docentes deberíamos estar de lunes a viernes de 8 a 2 o a 3 en los centros de obligada permanencia y no llevarnos nada de trabajo a casa.
Creo que así mejoraríamos en salud y se acabarían todas las variopintas historias relacionadas con los horarios y demás.
Nuestro alumnado no puede acabar la ESO pensando que Google, un buscador con finalidad comercial, es una fuente documental o, lo que es peor, una autoridad académica o científica. 🤦
Hay muchos docentes que no son "vendedores" de contenidos en redes ni divulgadores magníficos de su trabajo; sin embargo, hacen un trabajo encomiable dentro del aula y del centro, invisible ante los ojos de los demás. Cada día me doy más cuenta de su importancia y humildad.
¿Saben cómo se mejora la calidad educativa? Bajando las ratios y contratando más personal docente especializado de apoyo para que pueda atenderse más y mejor al alumnado que más lo necesita.
He leído que en Catalunya adelantan el inicio de curso al 5 de septiembre. Estoy estupefacto: contando que hay un fin de semana por medio, es materialmente imposible organizar un arranque de curso en solo dos días. ¿Esta gente ha pisado un centro alguna vez en su vida?
Más parques inclusivos. Más escuelas inclusivas. Más espacios públicos inclusivos. La inclusión no es un favor que se le hace a las personas con discapacidad. Ni siquiera una ayuda. Es un derecho.
Los docentes españoles de Secundaria/Bach. dedican demasiado tiempo a corregir, por encima de la media de la OCDE (TALIS, 2018). Es su principal causa de estrés, por encima de mantener la disciplina en el aula.
Ahí hay un buen melón que abrir, y nadie lo abre.
Las programaciones didácticas de más de cien páginas, infumables, que hacemos solo para justificar ante la directiva y la inspección nuestro trabajo, no deben existir. Si no son un documento que nos ayude a organizarnos y útil para las familias y alumnado, hay que replantearlas.
Acaba el cole. Se prevé que en España se pidan más de 22.000 excedencias para el cuidado de hijos menores en esta época, y más del 90% de estas son de mujeres.
No, no hay igualdad. Ni muchísimo menos, vamos.
Cada vez se pierden más horas de clase por mil historias diferentes e interrupciones de todo tipo. No sé si es una sensación solo mía o esto lo pueden corroborar otros docentes.
Los docentes y los centros debemos entregar las programaciones, la PGA, las memorias y demás burocracia siempre en "tiempo y forma", pero los currículos autonómicos no salen en "tiempo y forma". Al menos a mí, no me cuadra.
Que en centros públicos haya más interés por difundir en redes las actividades que se hacen que por evaluar el impacto de las mismas en el aprendizaje del alumnado, es preocupante.
Hemos perdido un poco el norte con esto de la "imagen de los centros".
Los docentes disponen en su horario de trabajo solo de 9 h semanales para preparar clases, corregir, elaborar material, programar, hacer planes personalizados y atender NEAE. Todo ello de más de 100 estudiantes. Hagan cuentas pero, a mí, no me cuadra.
No puede ser que haya docentes con más de 150-200 estudiantes a su cargo por curso. Hemos normalizado una sangrante forma de precariedad que afecta sobre todo a quien más lo necesita. Luego nos llenamos la boca para hablar de "no dejar a nadie atrás."
No sé hasta qué punto el sistema educativo pudiera haber llegado a un momento en el que pueda existir profesorado que aprueba a algunos alumnos solo para evitar presiones o reclamaciones. Si eso ocurre, es muy preocupante.
Esas clases en las que te sales del guion previsto y acabas debatiendo con tu alumnado sobre un tema que les despierta inquietud y que no esperabas son, digan lo que digan, las mejores.
Un estudiante puede acabar la ESO en España teniendo más horas de Iniciación Empresarial y Espíritu Emprendedor que de Filosofía. Que me vengan a hablar a mí de enfoque humanista de la educación.
El docente: ese profesional asalariado que, días antes de empezar a trabajar, se tiene que comprar el material para dar clase o corregir (su trabajo) con el dinero de su bolsillo.
Igual que el médico cirujano, vamos.
Uno de mis hijos de 9 años tiene parálisis cerebral. Me acaba de explicar que no caminar no es una enfermedad, ya que una enfermedad es, por ejemplo, que te duelan los huesos.
Está bastante más deconstruido que muchos adultos con los que me cruzo día a día.
Los centros escolares deben plantearse como objetivo primordial recuperar sus bibliotecas (también las de aula), si las perdieron a causa de la pandemia. Todo no pueden ser pantallas interactivas.
Creo que el concepto "transformar la educación" ha llenado de ansiedad y frustración a miles de docentes en todo el mundo; no se puede transformar algo que no depende de nosotros.
Hay que ser más humildes y empezar a hablar, simplemente, de esto: querer hacer mejor las cosas.
La modernización del sistema educativo empieza por bajar las ratios y apoyar con profesionales en las aulas al alumnado con más dificultades. De hecho, no hay nada más moderno, porque siempre ha sido de otra manera.
Que los centros escolares sientan que están obligados a competir entre sí y a publicitarse para no perder unidades ni alumnado es absolutamente lamentable.
Si son veteranos en un centro escolar o equipos directivos, no olviden la importancia de un "qué tal te ha ido", un "cómo estás" o un "si necesitas algo, aquí estoy" a los compañeros y compañeras nuevas. No cuesta nada y, de verdad, es más importante de lo que creemos.
Las familias de alumnos con discapacidad viven siempre en tensión, reclamando lo que les corresponde en la escuela por ley. Se sienten como si pidiesen favores, cuando lo que piden es cumplimiento de derechos. Es terrible vivir así, y la ignorancia social que nos ha llevado a eso
"Coger a todo el alumnado con discapacidad y ponerlo en un aula ordinaria, sin más, no es inclusión". Claro que no. ¿Todavía estamos en el punto en el que hay que explicar esto?
Poco se habla de las madres y padres que se presentan para querer formar parte de los consejos escolares. Nadie les paga, no tienen ningún reconocimiento y ocupa sus tardes de tiempo libre. Solo les empuja querer mejorar la educación de sus hijos.
Todo mi reconocimiento.
Por favor, que alguien con seriedad y fundamento escriba algo sobre esas magníficas actividades que se hacen dentro del aula y que no salen en las fotos. Da pena ver cómo el postureo educativo se ha impuesto y apenas se reconoce la labor que se hace en la sombra, sin aspavientos.
Una cosa es el legítimo derecho a reclamar una nota y otra es el descrédito absoluto de la autoridad pedagógica del docente, como profesional que evalúa y califica según unos criterios, técnicas e instrumentos. Creo que estamos viviendo lo segundo.
El bienestar del profesorado repercute directamente en las clases, en nuestro día a día en el aula, en nuestras dinámicas y propuestas de enseñanza.
Se ha tenido muy poco en cuenta y es mucho más importante de lo que la administración educativa piensa.
Creo que el alumnado debería salir de la ESO sabiendo que un 1% de la población del mundo explota con su riqueza al 99% restante.
Y salir, además, reflexionando sobre el origen y las consecuencias de ello.
Si la bajada de ratios y el aumento de la contratación docente no está sobre la mesa de las administraciones educativas para este curso próximo, creo que ha llegado el momento de que la comunidad educativa se una para ir a huelgas.
No veo un motivo mejor.
La escuela, más que subir o no "el nivel", lo que tiene que hacer es que cada persona, independientemente de sus condiciones de partida, alcance su máximo nivel. Ese es su gran reto.
No podemos decir que la motivación del alumno debe venir de casa, porque de casa lo que viene es un saco de injusticias, desigualdades y problemas que muchas veces no somos ni capaces de imaginar.
La escuela no tiene la culpa de esto, cierto, pero tampoco puedo ser ajena a esto.
A veces tengo la sensación de que en los centros escolares estamos sumidos en un revuelo constante. Nos acercamos a todo con prisa, leemos con prisa, escuchamos con prisa, evaluamos con prisa...
Un acto tan complejo e importante como el educativo no puede concebirse así.
La cantidad de alumnado que acude a su centro escolar sin apenas desayunar es un buen termómetro de la vulnerabilidad y de la falta de bienestar infantil en nuestra sociedad en el momento actual.
Qué bonito es reencontrarte años después con estudiantes a los que les diste clase hace tiempo, que se acuerden de ti, que te vengan a visitar al centro, que te cuenten cómo les va... De verdad que creo que es de las cosas más reconfortantes de esta profesión.
Los centros enclavados en un contexto socioeconómico empobrecido deberían tener:
- Un equipo de orientación psicopedagógica en exclusiva.
- Profesorado de apoyo idiomático.
- Parejas pedagógicas en cursos complejos.
- Más docentes de PT.
- Una ratio nunca superior a 15.
Punto
Tenemos que plantearnos seriamente como sociedad por qué el alumnado pierde la pasión por aprender a medida que crece. Estoy cansado de oírlo, en boca de ellos, y me produce lástima cada día que lo escucho: "estudiamos solo para aprobar".
Tal vez sea impopular esto, pero creo que la prevalencia del examen como instrumento de evaluación responde en gran parte a la existencia de ratios elevadas. Con menos estudiantes a nuestro cargo, en pequeños grupos, el contexto favorecería la personalización del aprendizaje. 🤷
Hoy le dije a mi alumnado de la ESO que el monstruo de Frankenstein lo creó una mujer y no lo sabía ninguno. Es más, se quedaron bastante asombrados e incrédulos. Que me digan a mí que la perspectiva de
#g
énero ena educación no es necesaria.
El alumnado se va a matricular para el curso 2022-2023, y elegir materias optativas, sin ordenación de las enseñanzas publicada en boletín oficial.
Educación de calidad. 🤷
El problema de la formación del profesorado no es tanto que sea escasa, sino que es mala. Pero mala de verdad: teórica, unidireccional, vertical, descontextualizada y basada en "recetarios". Salvo honrosas excepciones, desmotivaría a cualquier profesional de cualquier profesión.
En los próximos días, muchos docentes jóvenes aterrizan por primera vez en la profesión de la enseñanza. Los que ya llevan unos años en esto tienen una de las misiones más importantes de la educación: compartir con ellos y ellas, dialogar y aprender mutuamente.
Creo que hay una distancia muy grande entre lo que la LOMLOE pretende en el papel y lo que hay en la realidad de la cultura escolar. Lo digo con total honestidad: noto al profesorado exhausto y a los políticos insuflando optimismo desde una burbuja. Así, es complicado.
Ser director de un centro escolar es estar buscando siempre el punto medio exacto en el tienes que velar por el cumplimiento de la ley y, a la vez, intentar que haya buen clima, buen ambiente y cordialidad, sin que te vean como un enemigo. No es nada fácil.
Este curso el calendario escolar ha sido excesivo: ha superado los 180 días lectivos. Los que creen que así el alumnado aprende más, están muy equivocados.
Este tema de querer convertir cada clase en una experiencia casi mística, transformacional y mesiánica, no me gusta nada y creo que aumenta la ansiedad profesional. Hay que estar vigilantes con los consejos que damos sobre eso a los futuros docentes: no somos salvadores del mundo
Dar a elegir entre letras y ciencias es uno de los grandes fracasos del sistema educativo. No solo porque es una división artificial que crea posiciones enfrentadas al entender el mundo, sino porque bajo el imperante yugo de "lo útil" las letras siempre saldrán perdiendo.
La finalidad de un Plan Lector de un centro escolar no debe ser que el alumnado lea. Debe ser que el alumnado se entusiasme por la lectura. Creo que el matiz es importante.
¿Qué hay de malo en que un alumno necesite un apoyo para hacer un examen? No me refiero a chuletas: una guía, estímulos visuales, otra presentación... Por favor, vamos a dejar de entender los exámenes como montañas de barreras. Lo importante es que aprendan, no ponerlos a prueba.
Docentes y estudiantes llegan con gran carga mental y agotamiento al final de un trimestre, con el impacto que ello conlleva. Tal vez haya llegado la hora de revisar a fondo los calendarios escolares en función de los tiempos que nos ha tocado vivir.
Bajar la nota por faltas de ortografía no garantiza que el alumnado aprenda más sobre español normativo y sepa aplicar sus reglas. Tampoco que se fije más en las faltas que cometa y logre corregirlas. A lo sumo, solo sabrá que por ello le restan puntos, pero nada más.
Que muchos docentes sientan que aprenden más en una conversación informal, en una cafetería, en una charla de pasillo o en un almuerzo con colegas que en un curso, dice mucho del tipo de formación que seguimos recibiendo y sus resultados.
Creo que un director o directora de centro escolar jamás debe dejar de dar clase. Si lo hace, pierde la visión de aula, necesaria para cualquier tipo de liderazgo pedagógico.
Sé que muchas veces las cosas no funcionan si no se hace así, pero esto lo tengo que decir: tirar siempre de los mismos para sacar adelante proyectos en los centros escolares no está bien: acaba quemando a los que más valen.
(Válido también para otros trabajos).
Los "expertos" pueden opinar lo que quieran desde sus despachos y sus tribunas, pero los que estamos a pie de aula creemos, por experiencia, que bajar la ratio es un asunto de primer orden que beneficia a quien más lo necesita. Y ya está.
De todas las profesiones que a la vez somos los docentes (enfermeros, psicólogos, meteorólogos, juristas, trabajadores sociales...) se me olvidaba que, en junio, también somos cuidadores y animadores socioculturales.
Pero, claro, es lo que toca.🤷
2° de Bachillerato no debería ser un curso exclusivamente preparatorio para la EBAU. Otra cosa es que el título de Bachiller faculte para que el alumnado pueda presentarse a cualquier prueba académica externa, pero lo que yo veo es otra cosa: un curso enfocado solo a la EBAU.
Separar al alumnado de 3°ESO según elija matemáticas académicas o aplicadas se estudiará en un futuro como uno de los grandes fracasos del sistema educativo español. Eso, o se olvidará pronto, por el desastre pedagógico y social que supone.
Hoy rompí la línea habitual de mis palabras de bienvenida como dire al alumnado. Casi no les hablé de COVID ni de normas: les hablé de bullying. De acoso por físico, personalidad, identidad, género y orientación sexual. La escuela tiene mucho que decir en esto. Y debe hacerlo.
Si hay algo que he aprendido con los años de profesión es a no criticar el trabajo que hacen docentes de otras etapas educativas. En todos lados cuecen habas, y bastante hostil es el clima externo como para no buscar vías de entendimiento y cooperación entre nosotros.
El otro día, un profesional de la rama sanitaria me dijo: "ustedes, los docentes, cada vez están asumiendo más funciones y responsabilidades que no les corresponden".
Lo más llamativo es que no es no es la primera vez que me lo dicen.
En general veo a bastantes docentes con voluntad y ganas de cambiar y mejorar sus prácticas metodológicas. Lo que ocurre es que luego llegan al aula y todo explota: cualquier guion previo se hace añicos ante una complejidad de situaciones cada vez más apabullante.
Recuerden que, cuando manden tarea para casa y la califiquen, no solo le están poniendo nota al alumno, sino también a las circunstancias que lo rodean. Y, esto, lo vean como lo vean, es terriblemente determinista.